¿Qué demonios pasó en ese escritorio frutal y por qué nadie lo puede olvidar? El Tamarismo alcanzó niveles de surrealismo jamás vistos y puso a temblar los cimientos de SUPERESTAR. Lo que ocurrió allí no solo fue actuación, fue una manifestación artística que rozó lo absurdo, lo brillante y lo peligrosamente adictivo.

¿Qué demonios pasó en ese escritorio frutal y por qué nadie lo puede olvidar? El Tamarismo alcanzó niveles de surrealismo jamás vistos y puso a temblar los cimientos de SUPERESTAR. Lo que ocurrió allí no solo fue actuación, fue una manifestación artística que rozó lo absurdo, lo brillante y lo peligrosamente adictivo.

El ‘Fruity Desk’ del Tamarismo: Cuando el Arte se Volvió Delirio Escénico y SUPERESTAR Se Rindió ante lo Surreal

Por Juliana Gómez | Revista Escenario Total

BOGOTÁ — Si alguna vez creíste haberlo visto todo en la televisión colombiana, espera a presenciar (o revivir) el ya legendario episodio del “fruity desk” del Tamarismo, una puesta en escena que no solo rompió las reglas del espectáculo, sino que también desdibujó la línea entre la actuación, la sátira y el puro caos artístico.

Era una noche cualquiera de SUPERESTAR, el programa que ha revolucionado la forma en que Colombia ve el talento. Pero lo que ocurrió en esa gala fue cualquier cosa menos común. En medio del desfile de voces y performance predecibles, emergió algo completamente fuera de categoría: una escena que parecía salida de un sueño psicodélico, con frutas, papeles, carcajadas incómodas y una atmósfera tan cargada de simbolismo absurdo que nadie —ni siquiera los jueces más experimentados— supo cómo reaccionar.

El 'fruity desk' del Tamarismo: el surrealismo de SUPERESTAR resumido en  una actuación | LOS40

¿Un escritorio lleno de frutas? ¿Un manifiesto? ¿Una parodia?

Lo que vimos fue algo que solo puede describirse como “teatro demente con estética de mercado campesino postmoderno”. El escritorio, repleto de frutas tropicales, papayas abiertas, bananos semipelados, mangos estratégicamente colocados como micrófonos, y hasta un racimo de uvas que caía lentamente por el borde, se convirtió en el centro de una actuación tan estrafalaria como hipnotizante.

Pero lo más impactante no fue el decorado. Fue la ejecución escénica. El protagonista, que muchos ya bautizan como “el mesías tropical del Tamarismo”, no pronunció una sola palabra coherente durante los primeros tres minutos. En cambio, se dedicó a morder frutas con furia ceremonial, mientras sacaba papeles de colores de su bolsillo y los lanzaba al aire como si fueran sentencias místicas.

¿Qué estaba diciendo? ¿A quién se dirigía? ¿Era una crítica social? ¿Una burla?

“Es una metáfora del estado del arte colombiano. La papaya representa el talento virgen, y el banano… bueno, es el sistema corrompido”, intentó explicar uno de los comentaristas digitales del programa. Pero la audiencia seguía dividida entre el asombro y el desconcierto.

Tamarismo: más que un movimiento, una provocación cultural

Para quienes no están familiarizados con el término, el Tamarismo es una corriente artística emergente que ha ganado notoriedad en los últimos años entre jóvenes creadores de performance, especialmente en Bogotá y Medellín. Su esencia se basa en lo absurdo, en la improvisación extrema y en la estética del exceso visual como crítica al sistema de entretenimiento masivo.

El “fruity desk” es, hasta ahora, la máxima expresión de ese movimiento dentro de un espacio mainstream como SUPERESTAR.

Reacciones de los jueces: entre el desconcierto, la risa nerviosa y la ovación contenida

Uno de los jueces, visiblemente incómodo, preguntó: “¿Esto es en serio?”. Otro no pudo contener la risa mientras decía: “No entiendo nada… pero me encanta”. Y fue justamente esa ambigüedad la que convirtió esta actuación en un fenómeno viral.

Al día siguiente, las redes sociales explotaron con memes, análisis “profundos” del significado de cada fruta, y videos en cámara lenta del momento exacto en que el artista se quitó el zapato para usarlo como cuchillo de piña. Sí, eso también pasó.

La audiencia: dividida, pero hipnotizada

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En cuestión de horas, el clip del “fruity desk” alcanzó más de 3 millones de reproducciones en TikTok y fue compartido por celebridades como Karol G y J Balvin, quienes no dudaron en comentar: “No sé qué fue eso, pero lo quiero en mi próximo show”.

Mientras tanto, los más conservadores calificaron el momento como una “aberración artística” y “una falta de respeto al formato televisivo”.

Pero incluso los detractores no pudieron evitar seguir hablando del tema. Y en el mundo del espectáculo, si hablan de ti… ganaste.

Lo que nadie vio venir: el discurso final del artista

Justo cuando parecía que la actuación había terminado, y entre los restos de cáscaras y papeles brillantes, el performer se levantó, miró a la cámara y dijo:

“Colombia necesita menos filtros, más jugo. Este escritorio no es mío, es de todos ustedes. Aquí se siembra el caos, porque de ahí nace la verdad.”

Con esa frase, el plató quedó en silencio. Ni aplausos, ni abucheos. Solo un largo silencio incómodo que decía más que cualquier palabra.

SUPERESTAR nunca volverá a ser el mismo

La producción del programa no ha dado declaraciones oficiales, pero fuentes internas revelaron que el equipo quedó “impactado, descolocado y a la vez fascinado” por lo ocurrido. Incluso se rumorea que planean una edición especial llamada “El arte de lo inexplicable”, centrada en actos de este estilo.

¿Arte o disparate? ¿Genio o provocador? ¿Tamarismo o simplemente locura televisiva?

Lo cierto es que el “fruity desk” ha abierto un nuevo capítulo en la historia del entretenimiento colombiano. Uno donde lo ridículo puede ser revolucionario, donde las frutas pueden ser más elocuentes que las palabras, y donde una simple actuación puede convertirse en símbolo de resistencia artística frente a la banalidad.

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EPÍLOGO: El escritorio que cambió el juego

Quizás en unos años, cuando miremos hacia atrás, recordaremos este episodio no como un simple momento viral, sino como el instante exacto en que el arte colombiano decidió dejar de pedir permiso para ser raro, intenso y profundamente auténtico.

Porque el “fruity desk” no fue solo una actuación: fue una declaración de guerra contra lo predecible.

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