Petro would go for his third tax reform and would be number 15 of the century in #Colombia. While in other countries they are exceptional, here they seem routine. Will it be approved this time? ⬇️

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Colombia's leftwing government unveils tax-the-rich plan to tackle poverty  | Colombia | The Guardian

¿Tercera reforma tributaria de Petro? Colombia y su historia interminable de reformas fiscales: ¿avance o círculo vicioso?

En medio del clima político agitado que vive Colombia, el presidente Gustavo Petro parece dispuesto a jugársela nuevamente por lo que sería su tercera reforma tributaria, y —ojo al dato— la número 15 en lo que va del siglo XXI en nuestro país. Mientras que en otras naciones una reforma fiscal es vista como una medida excepcional, casi de emergencia, en Colombia se ha vuelto pan de cada gobierno, una rutina que ya ni sorprende. ¿Pero esta vez será diferente? ¿Logrará pasarla? Y, lo más importante, ¿realmente traerá los cambios que tanto promete?

Una historia que ya nos sabemos de memoria

In Colombia, Passing Tax Reform Was the Easy Part

Desde el año 2000, los colombianos hemos visto pasar reforma tras reforma, con promesas que van desde cerrar brechas sociales hasta incentivar la inversión extranjera. Y sin embargo, la desigualdad persiste, el hueco fiscal no desaparece, y la informalidad sigue siendo el pan de cada día para millones.

Gustavo Petro llegó al poder con una narrativa de cambio, con un proyecto político que se autodenomina transformador, enfocado en la justicia social, la equidad y el fortalecimiento del Estado como motor del bienestar. Pero gobernar no es lo mismo que proponer desde la oposición. Las resistencias, los equilibrios institucionales y los intereses económicos no tardaron en mostrar sus dientes.

Su primera reforma tributaria fue aprobada con dificultad, la segunda enfrentó fuertes críticas por falta de concertación, y ahora —sin importar el desgaste político y social que eso implique— va por una tercera. Muchos se preguntan: ¿vale la pena? ¿Hay capital político suficiente? ¿Y sobre todo… funcionará?

¿Qué busca esta nueva reforma?

Aunque aún no se conocen todos los detalles del articulado, fuentes del gobierno han dejado entrever que la propuesta se enfocará en varios ejes clave:

Eliminar exenciones tributarias regresivas, especialmente a grandes empresas que no han demostrado un impacto positivo en la economía o en la generación de empleo formal.

Revisar el régimen de renta para personas naturales, buscando que quienes ganan más, efectivamente paguen más.

Combatir la evasión fiscal, que sigue costándole billones al Estado cada año.

Aumentar el recaudo sin afectar a la clase media, al menos en teoría.

Suena bonito en el papel, pero la experiencia nos dice que el diablo está en los detalles. Y en un Congreso profundamente fragmentado, con partidos que ya han mostrado su independencia frente al gobierno, el camino no será fácil.

¿Por qué tantas reformas tributarias en Colombia?

La respuesta corta es: porque ninguna ha sido realmente estructural. Cada gobierno hace ajustes, pero no se ataca el problema de fondo. Se remiendan huecos fiscales, se ajustan parches, se cambia el nombre de los impuestos, pero no se reconfigura el modelo tributario con visión de largo plazo.

Además, la economía colombiana depende en gran parte de sectores volátiles como el petróleo o el carbón. Cuando esos precios bajan, el recaudo cae en picada y el Estado entra en modo supervivencia.

Y como si fuera poco, la evasión, la elusión y la informalidad siguen siendo monstruos gigantes que ningún gobierno ha logrado domar. Mientras que los de siempre cargan con el peso fiscal, hay sectores que prácticamente viven al margen del sistema, sin contribuir lo justo.

¿Será aprobada esta vez?

Protests in Colombia against President Petro's tax reform

El Congreso no será un terreno fácil. Varios partidos de centro y derecha ya han mostrado su rechazo anticipado, incluso sin conocer la propuesta completa. La narrativa de “otra vez reforma” no ayuda, y el ambiente social tampoco es el más favorable.

Además, el capital político de Petro ya no es el mismo que en 2022. El desgaste por los debates de la salud, la pensional y las tensiones con algunos sectores sociales y sindicales, le restan fuerza. Pero si algo ha demostrado el presidente, es que no le teme a la confrontación, ni a ir contracorriente. ¿Será suficiente esa actitud para convencer al Congreso y al país?

Lo que realmente está en juego

Más allá del debate técnico o económico, esta reforma es una prueba de fuego para el modelo de gobierno de Petro. Si logra sacarla adelante con un enfoque progresivo, justo y bien estructurado, podría marcar un antes y un después en la historia fiscal del país.

Pero si termina siendo una más del montón —llena de improvisaciones, sin consenso y con impactos negativos para la clase media o los sectores productivos—, podría convertirse en un bumerán político que debilite aún más su gobernabilidad.

Además, el fantasma de la protesta social sigue presente. No olvidemos lo que pasó en 2021 con la reforma de Carrasquilla. Una chispa mal puesta, en un contexto social inflamable, puede incendiar las calles.

¿Y nosotros, los ciudadanos?

Mientras los tecnócratas diseñan fórmulas, los políticos negocian votos y los empresarios defienden sus intereses, la gente del común sigue esperando respuestas reales: ¿bajarán los precios? ¿Me alcanzará el sueldo? ¿Habrá más empleo formal? ¿Tendré acceso digno a salud y educación?

Una reforma tributaria debería ser el medio para lograr eso, no un fin en sí mismo. Pero en Colombia se ha vuelto una costumbre desgastada, un ritual que genera más escepticismo que esperanza.

En conclusión…

La tercera reforma tributaria de Gustavo Petro no es solo otro proyecto de ley: es una oportunidad para corregir un rumbo que lleva años desviado. Pero también es un riesgo político enorme, en un país donde la paciencia con los gobiernos se agota rápido y las fracturas sociales están siempre a flor de piel.

¿Será esta la reforma que por fin marque la diferencia? ¿O será el capítulo número 15 de una novela interminable, llena de promesas incumplidas?

Solo el tiempo —y el Congreso— lo dirán.


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