“Do you sleep well?” “, Mancuso was asked and he broke down. The ex-paramilitary chief confessed how many people he killed and asked for forgiveness for putting price on the head of the journalist who interviewed him #Colombia
“¿Duermes bien?”: La pregunta que rompió a Mancuso y abrió las puertas a una verdad estremecedora sobre el conflicto en Colombia
Era una entrevista más, o eso parecía. Una conversación pactada, en apariencia fría y medida, entre un periodista colombiano y uno de los hombres más temidos de la historia reciente del país: Salvatore Mancuso, exjefe paramilitar, antiguo comandante de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y responsable confeso de miles de crímenes cometidos durante décadas de guerra y sangre.
Pero entonces, llegó esa pregunta. Simple. Directa. Humana:
—¿Duermes bien?
Y todo cambió.
Mancuso, quien durante años se ha mostrado duro, sin titubeos, calculador incluso al hablar de los horrores cometidos, se quebró. Por primera vez, la coraza se rompió en vivo ante las cámaras. El silencio que siguió fue más elocuente que cualquier cifra, que cualquier testimonio judicial. Y cuando finalmente habló, lo que dijo dejó helado al país entero.
Un pasado que no lo deja dormir
Entre lágrimas y con la voz entrecortada, Mancuso admitió lo que muchos sospechaban pero nunca habían oído de su propia boca con tal crudeza:
—No. No duermo bien. No se puede dormir bien con tanto peso encima.
Y ahí, sin guion, sin estrategia, comenzó una confesión que sacudió las fibras más profundas de Colombia. Mancuso no solo aceptó su responsabilidad por la muerte de “muchas, muchas personas inocentes”, sino que fue más allá: pidió perdón, con nombre y apellido, por haber puesto precio a la cabeza del periodista que lo entrevistaba.
Sí. El mismo hombre que hoy lo enfrentaba con preguntas incisivas y dolorosas, había sido, en el pasado, objetivo de una orden mortal que Mancuso mismo firmó. Una orden de muerte.
El momento de la verdad
—Tú no lo sabías —le dijo el periodista, visiblemente conmocionado—, pero yo sí.
La tensión en el aire podía cortarse con un cuchillo. El país entero quedó paralizado, observando cómo dos hombres se miraban a los ojos desde extremos opuestos de la historia: el victimario y la víctima, el hombre armado y el que usó la palabra como escudo.
Y en ese cruce de miradas, algo ocurrió.
Mancuso bajó la mirada. No era el gesto de un hombre derrotado, sino el de alguien que por primera vez enfrentaba las consecuencias humanas de sus actos. El rostro del periodista no era solo un rostro más. Era un recuerdo vivo de lo que pudo ser otra tragedia más, otro titular de luto, otra familia rota.
El peso de una guerra sin alma
Salvatore Mancuso, extraditado, condenado, y ahora testigo clave en los procesos de verdad ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), ha ido reconstruyendo ante el país el rompecabezas del conflicto armado desde la visión del paramilitarismo. Pero pocas veces se le había visto tan humano, tan frágil, tan golpeado por sus propias decisiones.
—Yo maté. Yo ordené. Yo construí una máquina de muerte —dijo, sin evasivas—. Pero hoy quiero pedir perdón. No solo por los que ya no están, sino por aquellos que viven con miedo, con heridas abiertas, con el alma fracturada.
Confesó haber dormido con pastillas, haber tenido pesadillas constantes, haber oído los gritos de las víctimas en sus sueños. Y confesó, con un temblor en la voz, que durante años pensó que hacía lo correcto. Que estaba salvando al país. Que la guerra justificaba todo.
—Pero no hay causa que justifique tanto dolor —dijo—. Y eso es lo que me quita el sueño.
La entrevista que se volvió símbolo
Lo que comenzó como una entrevista periodística, se convirtió en un acto simbólico de reconciliación, de confrontación con la verdad, de catarsis nacional. Las redes estallaron. “¿Duermes bien?” se convirtió en tendencia. No porque fuera una frase ingeniosa, sino porque reflejaba la pregunta que todos los colombianos quisieran hacerles a quienes convirtieron al país en un campo de batalla.
¿Duermen bien los que desaparecieron pueblos enteros? ¿Los que desplazaron comunidades, los que firmaron condenas de muerte, los que pactaron con narcos y políticos para sembrar terror? ¿Duermen bien?
La respuesta de Mancuso fue, en el fondo, una respuesta colectiva. No, no duermen bien. O al menos no deberían.
¿Redención o estrategia?
Claro, las voces críticas no tardaron. ¿Fue real su arrepentimiento o fue un cálculo más en su proceso judicial? ¿Lágrimas sinceras o actuación? ¿Un acto humano o una jugada política?
El debate está abierto. Pero lo cierto es que el efecto fue real. Miles de víctimas expresaron en redes su alivio al ver al menos un gesto de humanidad, un rastro de dolor en el rostro del hombre que simbolizó tanto horror. No es justicia, dijeron muchos. No es suficiente. Pero es un comienzo.
El país frente al espejo
Colombia ha estado atrapada en una larga y dolorosa conversación sobre el perdón, la verdad y la reparación. La entrevista a Mancuso reavivó esas preguntas fundamentales: ¿Puede haber perdón sin justicia? ¿Puede un país sanar mientras sus heridas siguen abiertas? ¿Es posible la reconciliación cuando aún hay desaparecidos que no regresan?
Y sobre todo: ¿qué hacemos con los fantasmas del pasado cuando aparecen en televisión, llorando, pidiendo perdón?
La última palabra la tiene el país
La entrevista terminó. Mancuso fue escoltado nuevamente. El periodista respiró hondo. Y millones de colombianos se quedaron con esa imagen grabada: el rostro del asesino, quebrado. La voz del periodista, serena. Y la pregunta que sigue resonando en nuestras conciencias:
—¿Duermes bien?